Presentación del libro Los laberintos de la sombra, en Café Nader, Cancún


Primero, dos comentarios para dar apertura a todo lo demás: 

1 ➜  La poesía existe. Existe en esta era que podría ser de poesIA; la filosofía, de hecho, ya sufrió la aparición de una primera obra de filosofIA "escrita" por un filósofo que no existe, se ha tratado de inteligencia artificial. Potente el asunto. 

2 ➜  Tirar la toalla de manera creativa se puede dar de muchas formas, pero en Cancún se presenció un evento que para la gente común es como si no hubiera existido, pero para ciertos especímenes de la literatura local fue prácticamente memorable. 


Lo que no me gustó

A pesar de vivir en la era de lo exprés, cuando da igual el proceso previo a un resultado, existen todavía poetas como Ana Mar Moreno que se toman su tiempo para crear una obra valiosa. En su tercera presentación, celebrada en Café Nader, comentó que el proceso para la terminación y publicación de su libro tuvo un período de apenas catorce años. 

De manera inmediata se pensaría que una obra con un proceso de catorce años es extraordinaria... idea que, siendo franco, no tuve desde la primera impresión. El arte de portada me pareció inadecuado y el título demasiado pesado, dos palabras fuertes en una misma oración (Laberintos + sombra); si no conociera personalmente a Ana, pensaría que el título es hasta pretencioso. 

Debo precisar estos comentarios, cuando digo que el arte me pareció inadecuado para el libro, estoy hablando desde una perspectiva personal y pronta, como quien dice "no tengo pruebas, pero tampoco dudas". Pero yo sí, tuve dudas. (El arte de portada y de los interiores es de Yancarlos Perugorría, artista cubano que admiro por su obra y por su ser, y que se ha vuelto muy solicitado entre los escritores de esta zona de México, hasta conmigo ya colaboró para mi obra Defecto). Digo que tengo dudas, porque este libro de Ana me hizo entrar en dilemas de criterio. Por fuera no me llamaba la atención, pero por dentro me pareció bien interesante.



Lo que luego sí me gustó 

Prejuicios cualquiera tiene, ¿qué onda con ese arte de portada?, ¿qué rollo con ese título de la obra? Tuve la fortuna de haber leído el libro antes de presenciar el resultado impreso... La poesía de Ana Mar, así como el arte de Yancarlos, son innegables. Pero la combinación entre el arte y el título elegidos, pues... ¿qué te digo? Bueno, sí te lo digo. Al principio no me gustó, pero después casi sí. Repito, al abrir el libro: genial. Y mi dilema de si me gusta o no, porque suelo ser una persona no indecisa, sino, me atrevo a decir, analítica y reflexiva, consiste en que: 

1. Creo que tengo un prejuicio literario sobre usar palabras tan fuertes para titular obras creadas en tiempos en los cuales "necesitamos innovar". 

2. Además, aceptando la intención (ya viéndolo bien) bien justificada del título, se le combine con unas imágenes que, a riesgo de sonar de ingenuo o insolente, parecen para literatura adolescente. 

3. El arte elegido de portada la verdad me gusta, sin contradicciones, como humano complejo que somos todos. Me parece un estilo que puede ser bien apreciado por mucha gente. 

4. Asimismo, el título, aunque para alguno de mis yo suene pesado, trillado o genérico, es, siendo sincero, un buen título que de seguro le va a atraer a mucha gente. 

5. Al fin y al cabo, cuando se publica una obra no es solo para presumirla, se necesita venderla. Así que muy bien ahí Editorial Rotación, Ana Mar y Yancarlos: lograron un producto atractivo, vendible. 


Lo que es necesario analizar 

Para lo que afirmo en el punto cinco, el equilibrio es importante. Resulta que Ana Mar, no sé si a propósito o sin darse cuenta, logró una obra de verdadera poesía con posibilidad de ser vendida a un público general. ¿Qué es lo que estoy diciendo? Pues esto: que en estos tiempos hay poesía que tiende a ser anacrónica y anticuada para el público general. 

Hoy la IA te crea sonetos en segundos, caligramas, haikús, lo que sea. Generadores de hermosos poemas sin esfuerzo. Quiero pensar que el fondo del poema sigue protegido por la creatividad, autenticidad y emocionalidad humana, pero la forma del poema, no lo sé. 

Cuando oigo o leo que emplean la palabra saturación, seguida de contenidos, me parece erróneo, o por lo menos impreciso. Pero lo cierto es que, de alguna manera, el humano hoy sí está como saturado, poco receptivo. Resulta entonces innecesario empeñarse en producir literatura con predominante estética en la forma, particularmente si empleamos recursos literarios que pasan desapercibidos para la mayoría. Esforzarse demasiado en algo, que ahora podríamos catalogar como un lujo prescindible, resulta en un absurdo y en una vanidad ignorada. 

Aunque en la poesía para muchos poetas ha importado menos el qué se dice que el cómo se dice, hoy deberíamos analizar mejor cómo modular estas cuestiones. La creatividad humana, la literatura, el arte, se enfrentan a generadores artificiales de prácticamente cualquier tipo de texto e imagen.  

Estos comentarios que escribo no solo parten de lo que percibo en la obra de Ana Mar (una poesía bien hecha, accesible, desencriptada, amable), sino también de los comentarios efectuados en la presentación del libro, efectuados por Miguel Ángel Meza, Héctor Cobá, José Luis Salgado y Jorge Yam, todos con una gran experiencia literaria, cada uno a su modo. 


Comentarios a partir de los comentarios 

Llama la atención a lo que le brindan importancia. Miguel Meza con sus comentarios que, de quitarles la oralidad amable, podrían leerse ambivalentes, direccionados para interpretación múltiple y enfatizando precisamente en su apego por la forma. Cabe mencionar que, cuando lees literatura Miguel Meza, lees una literatura pulcra, estéticamente refinada, de absoluta precisión; características bien apreciadas por lectores exigentes, que son pocos, no sé si lamentable o afortunadamente son poquitos. 

Héctor Cobá entre sus comentarios incluyó acerca de lo encomiable que es tener procesos creativos no acelerados, sino de amplio cuidado y paciencia prolongada. En el mismo sentido, aunque de una manera más señaladora, Jorge Yam mencionó sobre autores que publican varios libros en poco tiempo, haciendo notar, implícitamente, que para lograr una calidad literaria se requiere de procesos paulatinos. 

El Juglar, José Luis Salgado, con su característico estilo de medio monopolizar la palabra (y oportunamente interrumpido por Ana), fue, a mi gusto, el más atinado con algunos de sus diversos comentarios, como cuando recordó la relación entre la oralidad y la poesía escrita, puntualizando en la belleza de los silencios. Ana Mar logra la belleza del silencio en Los laberintos de la sombra, como obra impresa, pero también como obra idónea para ser leída en voz alta, y Ana, como bien comentó el Juglar, es de esas pocas poetas que sí saben leer su propia poesía. 


En este momento de la historia, con una sociedad predominantemente audiovisual, lo que comentó José Luis Salgado es, probablemente, uno de los factores más importantes a tomar en cuenta en las nuevas creaciones literarias. Conlleva, entre otras necesidades, la de lograr obras con posibilidad performativa, escénica o cinematográfica, pero además de manera concisa y no de manera breve. La diferencia muy importante que puedo hacer entre lo conciso y lo breve, es que lo breve dice poco, literalmente poco; mientras que lo conciso, con poco que “diga”, puede decir mucho más. 

Puedo sospechar que la obsesión por la forma más formada en poesía puede implicar limitaciones para lo conciso. Por otro lado, la periodicidad para los procesos de concreción de una obra, en un mundo sumamente exprés, puede resultar contraproducente para autores de carne y hueso y mortales que desean y merecen la oportunidad de ser leídos. Además, algunas ideas ya vienen a ser parte de configuraciones desactualizadas en torno a nuestra concepción de la creación literaria. O pueden convertirse en criterios simplistas o falaces. 


Situándonos en la realidad presente 

Y vaya que hay criterios falaces y sesgos comunes en la comunidad de escritores… el que aún piensa que las editoriales y las instituciones son los validadores correctos de una obra, o el que piensa que entre más gente te lea es porque lo estás haciendo bien, o el que piensa que la competencia y los premios son el criterio correcto para sentirse autorrealizado, o el que piensa que la poesía no puede ocurrir impaciente y en sintonía con su propio tiempo y entorno histórico, y un larguísimo etcétera de simplificaciones, reduccionismos, sesgos y falacias. Aplica también la limitante nostalgia afín a creer que todo tiempo pasado fue mejor, que la literatura debe mantener parámetros de siglos anteriores.
  
Una de las preguntas que tal vez podríamos incorporar en los actuales procesos de creación literaria podría ser: ¿es mi obra reemplazable o semejante a lo que haría una IA? Basta mencionar que, en el terreno de la filosofía, tal vez un terreno mucho más complejo que la poesía, recientemente se reseñó y se ensalzó a un muy inteligente filósofo, “autor” del libro Hipnocracia, y, luego de que se publicarán varias perspectivas halagadoras sobre él y su libro, se dieron cuenta de que se trataba simple y sencillamente de Inteligencia Artificial. 

O sea, lo genérico ahora es más amplio. Lo trillado está atrás de lo genérico, los lugares comunes están a lado de lo trillado, pero al fin y al cabo lo genérico ya puede ser casi cualquier creación. Por eso, llego a pensar que hay que preocuparnos más por el qué se escribe, y… el cómo se escribe hay que replantearlo y pasar de un cómo en seguimiento de las formas aún tradicionales a un cómo en seguimiento a una búsqueda verdaderamente insaciable… ingresar entre el insoportable ruido de los contenidos. 

Los laberintos de la sombra tiene precisamente elementos de simplicidad bien acertada, un lenguaje accesible para usuarios de Instagram y TikTok, y sin convertirse en una obra pálida, insustancial y breve, sino más bien concisa, sustancial y nutrida de una poesía que, curiosa e irónicamente, utiliza palabras y recursos más propios del siglo antepasado, y quizás por eso mismo, tal cual ha sucedido con “las modas retro”, resulta un refrescamiento, una innovación paradójica. Y en su oralidad y en su silencio, fácilmente puede destacarse por encima de la generación de literatura artificial, pudiendo presentarse con orgullo, como una creación de sentimiento y técnica humana, a personas que están fuera del repetitivo círculo social de escritores excelentes que son el público no creciente, sino decreciente, de ciertas presentaciones literarias, cuyos registros fotográficos hasta son intercambiables. 

Se debe pensar también en, hablando de laberintos (palabra que, por cierto, también empleo en una obra que tengo en proceso; lo digo tipo chismecito y adelanto), ajá, hablando de laberintos y traiciones (perdón, no lo pude evitar), hablando de laberintos, ya, en serio, no estemos pues adentro de alguno, como el de tener algún tipo de síndrome literario, cuya manifestación en nuestro comportamiento sea la adopción estática de paradigmas y criterios sobre cómo hacer literatura (la excesiva obsesión por la estética no detectable a los hiperestimulados de la masa, el afán por hacer notar que se tiene conocimiento ante una sociedad ultraindiferente, como si la literatura fuera una especie de banal Instagram textual-intelectual, y nuevamente un larguísimo etcétera de errores). 

Como analogía o paralelismo, se discute aún, en el terreno de la política, sobre izquierdas y derechas, cuando ya deberíamos ver cuán obvia se está haciendo la difuminación y el nacimiento de nuevas complejidades ya no dicotómicas. Pues, asimismo, la creación literaria no debería rezagarse en criterios que no corresponden a estos tiempos, pero no digo que nos acoplemos a estos tiempos (no soy tan imbécil, creo), sino que logremos una contracorriente (eventualmente disfrazada) contra lo estúpido de hoy, y no una contracorriente contra lo que ya ni siquiera existe. 


Lo poético en Ana Mar cumple con lo dicho

Compartiré a continuación algunos poemitas de Los laberintos de la sombra, de Ana Mar Moreno, no tratando de decir que su estilo literario sea exclusivamente el correcto, ni mucho menos, pero sí tomándolo como una de esas posibilidades de estar en un equilibrio puntual: sencillez no artificial; silencio, como un retorno no errático a la belleza literaria; concisión y no simplemente brevedad incompleta; sentimiento humano, haciendo una demarcación de lo poético en diferencia y por encima de lo artificial; un toque de candidez, por la ruta del descubrimiento y no del orientador no invitado a la fiesta, las personas normales valoran más el sentirse identificadas.