Es mediados de enero del 2021, y el director general de La Carpita Teatro, Ariel Cob Castro, junto con sus colaboradores, han decidido que lo más sensato es cerrar el recinto por tiempo indefinido, ya que la actividad es muy escasa y los recursos no solamente se han agotado, sino que desde hace un buen tiempo, es más lo que se invierte que lo que se recupera, traduciéndose esto en una pérdida constante de dinero, tiempo y energía.
Las circunstancias ya habían tomado una decisión sin consultar a las voluntades de quienes hemos estado queriendo que La Carpita Teatro salga adelante a pesar de la crisis. Las circunstancias decidieron, sin consultarnos, que nuestro querido recinto cultural debía cerrar, y la administración, tras muchos meses de resistirse a la idea, al fin lo ha aceptado.
La Carpita Teatro se ha caracterizado por ser un espacio alternativo e inclusivo, donde se han presentado diversas expresiones artísticas, principalmente teatro, pero también música, literatura, talleres, exposiciones de arte visual, e incluso stand up, y hasta pasarela drag queen, entre otras cosas. Uno de los últimos eventos fue el Open mic: mi 2020, el cual tuvo una respuesta muy satisfactoria. Otros eventos literarios y teatrales, necesariamente de cupo limitado, también alcanzaron a tener buena respuesta. Sin embargo, no fue suficiente.
Me es necesario mencionar que La Carpita Teatro contaba con una cafetería cuyos horarios eran de lunes a sábado, contando con un par de empleados fijos, y colaboradores eventuales. Lamentablemente, la cafetería no logró sustentarse, pues los clientes eran escasos, habiendo semanas prácticamente desérticas. La situación era contenida, relativamente controlada, gracias a la mano de Ariel Cob Castro, quien invirtió más de lo ganado, y si tomamos en cuenta el salario de los empleados y la renta de ese lugar espacioso sobre una avenida principal de Cancún, pues podemos deducir que Ariel Cob sí que nos regaló demasiado. Con esto, no faltará quien piense que la cultura no es negocio.
Y es que hay una serie de factores que hacen que un proyecto, tan noble como el de La Carpita, caiga. Entre tales factores, podríamos mencionar la falta de entendimiento de cómo se sustenta un recinto cultural, pues no aparecen por arte de magia, ni es el gobierno o algún rico altruista que tiene para tirar dinero; sino que se sustentan por medio de la actividad constante, necesariamente del cobro de boletos o de las cuotas de recuperación, y del consumo de alimentos y adquisición de productos. Lamentablemente, aún existen quienes piensan que el arte debe regalarse, idea que conduce a la realidad de una dispersión, y entre más dispersión menor impacto. Las expresiones de arte necesitan foros o algún tipo de unión, pero tal unión no se está dando en casi ningún modo.
El sistema en el que vivimos no nos permite trabajar por regalo permanente, la supervivencia tiene que darse, y Ariel Cob y sus colaboradores, con la innegable tristeza que les ha causado, han optado bien. Este cierre, sin embargo, se espera que no sea definitivo, sino poder volver en cuanto sea posible.
No se debe olvidar agradecer a quienes resistieron junto con Ariel, como Didier Caballero, César Mansant y Natalia Silva. Tenemos la esperanza de que La Carpita Teatro vuelva a estar abierta y las cosas no empeoren más, pues así como es probable regresar, no hacerlo también entra en las probabilidades. La ventaja, que esperamos triunfe, es que el equipo de La Carpita Teatro se caracteriza por no dejarse vencer rápido, prueba de ello el presente acontecimiento, y seguramente se buscarán formas de volver. Esperamos, sinceramente, que así sea.