La poesía como objeto mercantil: una observación desde el padecimiento actual de la fatiga mental. 


Si bien hablar de poesía y de artes en general es una adentrarse a lo infinito, siempre podemos enfocarnos siquiera de manera relativa en una sola cuestión, en esta ocasión: la poesía como objeto mercantil

En la actualidad la tecnología, las redes sociales, son como el canal digital de la realidad, con ciertas propensiones a la distorsión de la misma, que irónicamente y de todos modos en la realidad ocurre una distorsión de la propia realidad. ¿Qué se quiere decir con esto? Enfoquémonos en una sola cuestión: la infoxicación

La infoxicación y su daño a la poesía 

La infoxicación es una palabra que se explica por sí sola, suena a intoxicación pero empieza con info de información. O sea se trata de la intoxicación que nos causa el exceso de información; así como el alcohol en exceso o cualquier sustancia en exceso puede intoxicarnos, la información también puede hacerlo. 

Lo peor de la infoxicación de la sociedad actual, es que podemos decir que mucha de esa información nos intoxica por el hecho de ser tóxica. Esto nos lleva a otra palabra que puede contextualizarse dentro de la infoxicación, se trata de la posverdad. ¿Qué es la posverdad? Como advertí, nos enfocaremos en una sola cuestión, pero si no sabes qué es la posverdad trataré de decirte breve y de modo simple de qué se trata.

La posverdad es aquella idea, información, noticia que se transmite a la gente validándose por su fuerza emotiva más que por una verdadera fuente fidedigna. Especies de animales que se extinguen en un hábitat en el que ni siquiera existieron, cantantes famosos que continúan vivos, fraudes políticos que solo son montaje de los adversarios, enfermedades cuyos casos reales ni siquiera percibimos, etcétera... 

La posverdad es tan fuerte ahora que ya algunos seres humanos viven en un estado de incertidumbre y escepticismo, lo que tal vez provoca una desgana por comprobar lo que es cierto y peor aun, provoca que muchos se hagan de ventajas ante este fenómeno, pues hay usuarios que con tal de ganar likes o simplemente de apoyar algo que les mueva emocionalmente o ideológicamente, comparten información falsa, no verificada, exagerada o adulterada. Así, nos vamos infoxicando cada día más. 

¿Cómo afecta esto a la poesía? Sin discusión la afecta de manera directa, así como a las artes en general. Pues debido a que dentro de la infoxicación perdemos cierta capacidad de asombro, casi de la mano perdemos la capacidad de apreciación de lo poético, de lo artístico y de lo literario. Estamos cansados, aburridos, solo queremos leer los titulares de las noticias y si acaso leer textos de lo más breve y simplificado. 

Es decir que el daño de la infoxicación hacia la poesía, es en la pérdida de atención, de asombro, de admiración. Cuando recién aparecía la posverdad como método ambicioso, sus logros eran asombrar o emocionar a las personas, pero ante tanta recurrencia las personas se están volviendo indiferentes e indolentes. 

Es por lo anterior que lo de ahora son los vídeos de humor y los memes, cosas que no hagan trabajar demasiado al cerebro del usuario de Internet, pero eso sí, que lo mantenga entretenido y enviciado con las redes sociales. Debido a esto, algunos autores ansiosos por reconocimiento o ventas, en lugar de seguir proponiendo originalidad en su creatividad poética, han preferido "adaptarse a los tiempos".


La poesía como objeto mercantil

Como es evidente, la ola de youtubers, blogueros, influencers, y demás, es creciente; por diferentes factores, uno de ellos: la rapidez de la adquisición. O dicho de otro modo: los infoproductos. 

Los infoproductos, entre los que están los e-book´s, son rápidos de crear y por supuesto que son un negocio, pues la inversión requerida es mínima y lo mejor o mejor dicho lo peor, es que esa inversión mínima no es solo en lo económico sino también en lo creativo. 

Lo que se busca es el impacto y el alcance, cosas que sirven tanto al que quiere reconocimiento como al que desea ventas. Pero el impacto ante una sociedad infoxicada no puede darse desde la sutileza, es inusual que alguien quiera comprar enciclopedias o una obra literaria de cientos de páginas. 

Lo que la gente quiere es algo rápido, simple y en el caso de la poesía y las artes, algo cursi o demasiado transgresor. Lo cual es paradójico, pues en este tiempo transgredir ya hasta resulta absurdo, medio mundo está "transgrediendo". Con mensajes abiertamente sexuales, sin lograr un erotismo auténticamente poético; y en el caso de las artes visuales con desnudos recurrentes y partidarismo casi obsceno al libertinaje sexual. Porque se cae en la simpleza de que "el que no enseña no vende", y lo que parecía exclusivo de la industria de la música pasa ahora a ser una fórmula también tomada por escritores y artistas. 

Cabe comentar que la libertad creativa no debería tener límites, a menos que dañen de manera directa a alguien. Entonces cuando opino que existen seudopoetas y seudoartistas por su afán de vender o ser populares ante una sociedad hipersexualizada, lo que quiero decir no es que toda propuesta erótica esté mal, y aunque parezca absurdo tener que aclararlo en un texto redactado con libertad, no lo es tanto sabiendo que estamos también en tiempos de predisposición e hipersensibilidad, a pesar del cansancio. Quizá sería interesante hacer una análisis entre la posible relación del cansancio por infoxicación y la hipersensibilidad como forma de autoconvencerse de una identidad aún existente. 

La poesía hace tiempo que perdió una identidad. Perdió identidad de manera global y desde una perspectiva, podríamos decir, social. Aunque de manera muy subjetiva la poesía aún tiene identidad, lo cierto es que está aislada como potencia, no es una potencia creativa, no es una potencia literaria, sino que, debido a la posmodernidad y a la sociedad líquida, la poesía suele ser un simple objeto mercantil cuando se imprime, o simple infoproducto cuando se transmite en digital.

Y si digo objeto o producto es por todo lo ya comentado, muchos de los autores que se lanzan hacia un público de personas apresuradas, enajenadas o perezosas (las mayorías), en vez de tratar de hacer una transformación, hacen una adaptación, vendiéndole decadencia a la decadencia. Fácil, rápido y sencillo.