prosa-vision-novena-ali-benitez-foto-de-adzul-marino

Vi y ¡miren!: una soledad con siete cabezas, erguida como un ataúd, y en su frente principal tenía tatuado el nombre de la bestia salvaje, y en su corona principal colgaba una serpiente que aullaba con voz de lobo, mas con potencia de trueno, y abajo en la sombra de la soledad de siete cabezas estaba yo amordazado por elles, llegadas de la nada, con pelaje de ceniza, cuyes boques expulsaban palabras desfasadas, familiares, repetidas en cualquier lenguaje, y me desgarraban las prendas de vestir exteriores, luego la carne, luego caído, escurrido, me levanté intangible, con las garras afiladas, ciertas, las clavé en sus patas y solo salió un poco de savia, veneno progresivo, revitalizante, que me propició una irremediable y angustiante eternidad, cansado de mí, cansado de la muerte tan viva que soy, putrefacto de motores de sangre, me decidí a flotar y arrancar sus corazones; y la soledad con siete cabezas me guiñaba todos sus ojos.

Fotografía de: Adzul Marino